domingo, 20 de enero de 2019

UNA PALABRA DE DIOS ES SUFICIENTE PARA LEVANTARSE:



Mas tú, Jehová, eres escudo alrededor de mí; Mi gloria, y el que levanta mi cabeza. Con mi voz clamé a Jehová, Y él me respondió desde su monte santo. Salmos 3:3-4

Una palabra de Dios es suficiente para levantarnos.
 Su  palabra  viene  sobre  todos  pero  no  produce  el  mismo  efecto.  
 Habacuc  en su tiempo  esta pasando una situación muy desesperante y es allí donde clamamos a Dios y muchos al no recibir respuesta inmediante claudican y se van. El Profeta Habacuc , Antes  de recibir  la respuesta, la firme determinación de   su  actitud  de  era  de  no  abandonar sino  esperar  una palabra de Dios. Lo que marca la diferencia es si estamos dispuestos a seguir  en el propósito o no. La palabra de Dios te va a dar el fin que esperas. Una  palabra de Dios todo lo cambia.

1. LAZARO no te he dicho que si crees… (todo se estaba sujetando a  esa palabra),
2. LA NIÑA DE JAIRO,  se  le dijo Talita Cumi, esto es niña a ti te digo Levantate
3.  EL PARALITICO DE BETESDA, se le dijo toma tu lecho y vete a tu casa
4. EL PARALITICO CON SUS CUATRO AMIGOS. Se le dijo toma tu lecho anda
5. LUMBRERA ES A MIS PIES TU PALABRA. Salmo 119:105. Si en su Palabra yo debo caminar y andar ella me sostendrá y me levantara.
Todo se sujeta a la palabra que Dios te da, levántate es hora de seguir no de  rendirse.
RECUERDA CON DIOS ES MAS QUE SUFICIENTE


domingo, 13 de enero de 2019

“Bendecidos en Abraham, por la fe”


Introducción: Gálatas 3: 6 “Así Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia. 7 Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham. 8 Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones. 9 De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham. 10 Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas. 11 Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá; 12 y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas vivirá por ellas. 13 Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero), 14 para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu
Hemos comprendido que el Espíritu Santo se recibe como consecuencia de nuestra fe en Jesucristo y no por cumplir con las obras de la ley. El único requisito necesario para que el Espíritu de Dios descienda sobre una persona es que su corazón sea puro, y esto no se obtiene siendo bueno, ni bien portado; sino a través de la fe en el sacrificio de Cristo Jesús. Por la fe en Jesucristo los corazones son purificados.
Aleluya.

Y entonces el apóstol Pablo presenta al hombre en quien los judíos confiaban para hacer el pacto de la circuncisión: Abraham. Es justamente en Abraham en quien da inicio el pacto de la circuncisión, por el cual los judíos comprendían ser pueblo de Dios y herederos de las promesas que Dios había dado a Abraham.
Ese pacto es el que promovían entre los primeros cristianos gentiles, es decir de origen no judío. Les decían que debían circuncidarse y seguir la ley de Moisés si acaso querían ser bendecidos por Dios.

Es por eso que el apóstol Pablo apunta a Abraham, el inicio de todo esto. Y declara una cita del Antiguo Testamento: Génesis 15: 5 “Y lo llevó fuera, y le dijo: Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar.
Y le dijo: Así será tu descendencia. 6 Y creyó a Jehová, y le fue contado
por justicia”

El Espíritu Santo, a través del apóstol Pablo, dice entonces que todos los que son de la fe, son hijos de Abraham. Dado que fue la fe de Abraham la que promovió el pacto de Dios con él, y no el pacto el que promovió la fe.
Así que por su fe Abraham recibió todas las bendiciones y promesas de parte de Dios, cuando aún no existía ninguna ley pues Moisés nacería varios cientos de años después.

DESARROLLO
1. Quien depende de las obras de la ley está en maldición.
Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas.
Escuchen bien lo que dice el Espíritu de Dios. Quien depende de las obras de la ley para salvación en realidad está en maldición, porque también dice que es maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley para hacerlas. Así que como nadie ha podido cumplir cabalmente con todos los mandatos de la ley, por lo tanto quien dependa de la ley está en maldición.

Jamás debemos pensar que podemos presentarnos delante de Dios por las obras de nuestra propia justicia porque siempre nos presentaremos sucios y llenos de mal. Solo a través del sacrificio de Jesús podemos presentarnos libres y sin mancha, con un corazón purificado.
Nuestra fuerza de voluntad, nuestro deseo por ser buenos jamás podrá santificarnos; sino solamente el poder de Dios a través de la sangre de Su Hijo Jesucristo y el poder del Espíritu Santo actuando en la vida del creyente puede presentarle limpio y sin mancha delante de Dios

2. El justo por la fe vivirá
Muy por el contrario, la Palabra de Dios nos dice claramente que la vida de un justo solo se logra por la fe. “El justo por la fe vivirá”
Abraham fue contado como justo por su fe y no por el pacto de la circuncisión. Si tu quieres ser justo delante de Dios entonces no dejes de creer, aliméntate de la Palabra de Dios pues la fe crece al estar en contacto con ella.
La vida completa es transformada a través de la fe, no de intentar seguir reglas.
Es por la fe que tu forma de hablar es transformada, pues “creí por tanto hablé”. Quien creé habla lo que creé. Cada persona así lo hace, es por ello que tanta gente habla de sus calamidades y su desesperanza; pero quienes tenemos fe no hablamos quejas sino esperanza, hablamos vida, hablamos las promesas de nuestro Dios.

Cuando la fe transforma tu vida entonces pones tu mirada en lo que no se ve, en lugar de poner tu atención en lo que si se ve. Entonces te diriges hacia un destino que los demás no ven pero tu sabes que está allí.
Por la fe avanzas hacia puertas cerradas, porque sabes que serán abiertas cuando llegues a ellas; por la fe tu actitud es cambiada por una actitud de excelencia dando lo mejor de ti todos los días.
Es la fe la que hizo de Abraham un hombre extraordinario, y puede hacer de ti, de la misma forma, un hombre o una mujer extraordinarios.

3. Herederos en Abraham
La bendición de Abraham le alcanzó a Isaac y luego a Jacob, a sus hijos y a los hijos de sus hijos. La nación entera recibió la bendición a causa del pacto que Dios hizo con Abraham, el pacto de la circuncisión.
Pero mira bien lo que dice Gálatas 3: 13 “Cristo nos redimió de la
maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito:
Maldito todo el que es colgado en un madero), 14 para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu.

La obra de Cristo es formidable: ¡El mismo se hizo maldición al llevar nuestros pecados en la cruz!, ¿cuál era el propósito?, que la bendición de Abraham nos alcanzara a nosotros, los que no somos de sangre judía, por la fe.
¿Cuál es la maldición de la ley? Que ninguno puede cumplirla, que todos han pecado contra ella y que por ella nadie puede se justificado. Así que, recibiendo el pecado de todos nosotros, Jesús fue castigado por esos pecados en sustitución nuestra. De esa forma la maldición ya fue llevada en un solo hombre, Jesucristo; de forma tal que la bendición prometida en Abraham nos alcanzara a nosotros los gentiles.

La bendición de Abraham, la bendición que puedes ver en Isaac, la bendición de Jacob, de los judíos todos, nos alcanza a nosotros que no somos descendientes de Abraham, mediante Cristo Jesús.
Todas las familias de la tierra serían benditas en él, fue la promesa, y mediante Cristo Jesús esta promesa tiene su cumplimiento.
Ahora bien, notemos esto: Los judíos, descendientes de su hijos Isaac, tienen los capitales del mundo y llevan bendición, los árabes, descendientes de su hijo Ismael,
tienen todo el petróleo pues también son hijos de Abraham, pero ¿y nosotros? Pues nada menos que el Espíritu Santo.
Si, la prueba de bendición para los judíos es los capitales que han acumulado; la prueba de bendición en los árabes es su petróleo aún viviendo en tierra árida, pero la
evidencia de que tu eres un bendito de Dios es el Espíritu Santo en ti.

Sí, la bendición de Abraham te ha alcanzado, no solo para recibir bendición sino
para ser bendición a las demás personas. Tu, en Cristo Jesús, eres beneficiario de la
bendición de Abraham; pero aún hay más.

Dice Hebreos 8: 6 “Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas

Cristo Jesús es mediador de un mejor pacto. Si, Dios hizo un gran pacto de bendición con Abraham, una bendición terrenal tal como Dios había planeado que el hombre viviera, en abundancia. Pero nosotros, no solo gozamos de esa bendición terrenal por el pacto de Dios con Abraham, sino de una bendición espiritual en un mejor pacto. Pacto mediante el cual no solo la bendición de Abraham nos ha alcanzado sin ser descendencia suya, sino que por medio de este pacto somos hijos de Dios y herederos del Reino de Dios.
Aquellos tienen el dinero, otros tienen la tierra y el petróleo, pero nosotros tenemos la bendición de Abraham: es decir el dinero, la tierra, el petróleo, el Espíritu Santo y el Reino de Dios en el Espíritu, Aleluya.

4. Las promesas apuntaban a Jesús
Gálatas 3: 15 “Hermanos, hablo en términos humanos: Un pacto, aunque sea de hombre, una vez ratificado, nadie lo invalida, ni le añade. 16 Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo. 17 Esto, pues, digo: El pacto previamente ratificado por Dios para con Cristo, la ley que vino cuatrocientos treinta años después, no lo abroga, para invalidar la promesa. 18 Porque si la herencia es por la ley, ya no es por la
promesa; pero Dios la concedió a Abraham mediante la promesa”

Y el Espíritu Santo da una revelación formidable. Las promesas hechas a Abraham cuando hizo pacto con este mediante la circuncisión, apuntaban hacia Jesús y no hacia la descendencia de Abraham. Ellos sería herederos de la promesa, pero la promesa fue hecha a Abraham y a su simiente, la cual es Jesucristo.
De forma tal que aquellas impresionantes promesas fueron hechas para Jesús:
Escucha:

Génesis 22: 13 “Entonces alzó Abraham sus ojos y miró, y he aquí a sus espaldas un carnero trabado en un zarzal por sus cuernos; y fue Abraham y tomó el carnero, y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo. 14 Y llamó Abraham el nombre de aquel lugar, Jehová proveerá. Por tanto se dice hoy: En el monte de Jehová será provisto.
15 Y llamó el ángel de Jehová a Abraham por segunda vez desde el cielo, 16 y dijo: Por mí mismo he jurado, dice Jehová, que por cuanto has hecho esto, y no me has rehusado tu hijo, tu único hijo; 17 de cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar; y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos. 18 En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra,por cuanto obedeciste a mi voz

Abraham había demostrado su temor a Dios al obedecerle por encima de todos sus intereses personales. Dio a su propio hijo en sacrificio para Dios, pero fue detenido cuando estaba a punto de culminarlo. Así que Dios le dijo:
a) Multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo
b) Tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos
c) En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra
Si estas promesas eran hechas para Jesús, la simiente de Abraham, entonces quiero que veas que le ha sido dada una descendencia inmensa, como las estrellas del cielo que ahora somos hijos de Dios; esa descendencia tiene el poder para poseer las puertas de Sus enemigos, nos ha sido dado un poder de conquista, de tomar para Jesús los territorios que estaban en poder del adversario; y además que en Jesús todas las naciones de la tierra recibirían bendición.
Es tuya toda la bendición del cielo y la tierra, la bendición de Abraham también es tuya, recibe por la fe toda la bendición que Jesús ganó para ti.