Introducción: Gálatas 3: 6 “Así Abraham creyó a Dios, y le fue contado por
justicia. 7 Sabed, por tanto, que los que son
de fe, éstos son hijos de Abraham. 8 Y la Escritura,
previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de
antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las
naciones. 9 De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham. 10 Porque todos los que dependen de
las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel
que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para
hacerlas. 11 Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente,
porque: El justo por la fe
vivirá; 12 y la ley no es de fe, sino que dice:
El que hiciere estas cosas vivirá por ellas. 13 Cristo nos redimió de la
maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito
todo el que es colgado en un madero), 14 para que en
Cristo Jesús la bendición
de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa
del Espíritu”
Hemos comprendido que el Espíritu Santo se
recibe como consecuencia de nuestra fe en Jesucristo y no por cumplir con las
obras de la ley. El único requisito necesario para que el Espíritu de Dios
descienda sobre una persona es que su corazón sea puro, y esto no se obtiene
siendo bueno, ni bien portado; sino a través de la fe en el sacrificio de
Cristo Jesús. Por la fe en Jesucristo los corazones son purificados.
Aleluya.
Y entonces el apóstol Pablo presenta al
hombre en quien los judíos confiaban para hacer el pacto de la circuncisión:
Abraham. Es justamente en Abraham en quien da inicio el pacto de la
circuncisión, por el cual los judíos comprendían ser pueblo de Dios y herederos
de las promesas que Dios había dado a Abraham.
Ese pacto es el que promovían entre los
primeros cristianos gentiles, es decir de origen no judío. Les decían que
debían circuncidarse y seguir la ley de Moisés si acaso querían ser bendecidos
por Dios.
Es por eso que el apóstol Pablo apunta a
Abraham, el inicio de todo esto. Y declara una cita del Antiguo Testamento: Génesis
15: 5 “Y lo llevó fuera, y le dijo: Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes
contar.
Y le
dijo: Así será tu descendencia. 6 Y creyó a Jehová, y le fue
contado
por
justicia”
El Espíritu Santo, a través del apóstol
Pablo, dice entonces que todos los que son de la fe, son hijos de Abraham. Dado
que fue la fe de Abraham la que promovió el pacto de Dios con él, y no el pacto
el que promovió la fe.
Así que por su fe Abraham recibió todas las
bendiciones y promesas de parte de Dios, cuando aún no existía ninguna ley pues
Moisés nacería varios cientos de años después.
DESARROLLO
1. Quien depende de las
obras de la ley está en maldición.
Porque
todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues
escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas
escritas en el libro de la ley, para hacerlas.
Escuchen bien lo que dice el Espíritu de
Dios. Quien depende de las obras de la ley para salvación en realidad está en
maldición, porque también dice que es maldito todo aquel que no permaneciere en
todas las cosas escritas en el libro de la ley para hacerlas. Así que como
nadie ha podido cumplir cabalmente con todos los mandatos de la ley, por lo
tanto quien dependa de la ley está en maldición.
Jamás debemos pensar que podemos presentarnos
delante de Dios por las obras de nuestra propia justicia porque siempre nos
presentaremos sucios y llenos de mal. Solo a través del sacrificio de Jesús
podemos presentarnos libres y sin mancha, con un corazón purificado.
Nuestra fuerza de voluntad, nuestro deseo por
ser buenos jamás podrá santificarnos; sino solamente el poder de Dios a través
de la sangre de Su Hijo Jesucristo y el poder del Espíritu Santo actuando en la
vida del creyente puede presentarle limpio y sin mancha delante de Dios
2. El justo por la fe
vivirá
Muy por el contrario, la Palabra de Dios nos
dice claramente que la vida de un justo solo se logra por la fe. “El justo por
la fe vivirá”
Abraham fue contado como justo por su fe y no
por el pacto de la circuncisión. Si tu quieres ser justo delante de Dios
entonces no dejes de creer, aliméntate de la Palabra de Dios pues la fe crece
al estar en contacto con ella.
La vida completa es transformada a través de
la fe, no de intentar seguir reglas.
Es por la fe que tu forma de hablar es
transformada, pues “creí por tanto hablé”. Quien creé habla lo que creé. Cada
persona así lo hace, es por ello que tanta gente habla de sus calamidades y su
desesperanza; pero quienes tenemos fe no hablamos quejas sino esperanza,
hablamos vida, hablamos las promesas de nuestro Dios.
Cuando la fe transforma tu vida entonces pones
tu mirada en lo que no se ve, en lugar de poner tu atención en lo que si se ve.
Entonces te diriges hacia un destino que los demás no ven pero tu sabes que
está allí.
Por la fe avanzas hacia puertas cerradas,
porque sabes que serán abiertas cuando llegues a ellas; por la fe tu actitud es
cambiada por una actitud de excelencia dando lo mejor de ti todos los días.
Es la fe la que hizo de Abraham un hombre
extraordinario, y puede hacer de ti, de la misma forma, un hombre o una mujer
extraordinarios.
3. Herederos en Abraham
La bendición de Abraham le alcanzó a Isaac y
luego a Jacob, a sus hijos y a los hijos de sus hijos. La nación entera recibió
la bendición a causa del pacto que Dios hizo con Abraham, el pacto de la
circuncisión.
Pero mira bien lo que dice
Gálatas 3: 13 “Cristo nos redimió de la
maldición
de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito:
Maldito
todo el que es colgado en un madero), 14 para que en Cristo Jesús la
bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de
que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu.
La obra de Cristo es formidable: ¡El mismo se
hizo maldición al llevar nuestros pecados en la cruz!, ¿cuál era el propósito?,
que la bendición de Abraham nos alcanzara a nosotros, los que no somos de
sangre judía, por la fe.
¿Cuál es la maldición de la ley? Que ninguno
puede cumplirla, que todos han pecado contra ella y que por ella nadie puede se
justificado. Así que, recibiendo el pecado de todos nosotros, Jesús fue
castigado por esos pecados en sustitución nuestra. De esa forma la maldición ya
fue llevada en un solo hombre, Jesucristo; de forma tal que la bendición
prometida en Abraham nos alcanzara a nosotros los gentiles.
La bendición de Abraham, la bendición que
puedes ver en Isaac, la bendición de Jacob, de los judíos todos, nos alcanza a
nosotros que no somos descendientes de Abraham, mediante Cristo Jesús.
Todas las familias de la tierra serían
benditas en él, fue la promesa, y mediante Cristo Jesús esta promesa tiene su
cumplimiento.
Ahora bien, notemos esto: Los judíos,
descendientes de su hijos Isaac, tienen los capitales del mundo y llevan
bendición, los árabes, descendientes de su hijo Ismael,
tienen todo el petróleo pues también son
hijos de Abraham, pero ¿y nosotros? Pues nada menos que el Espíritu Santo.
Si, la prueba de bendición para los judíos es
los capitales que han acumulado; la prueba de bendición en los árabes es su
petróleo aún viviendo en tierra árida, pero la
evidencia de que tu eres un bendito de Dios
es el Espíritu Santo en ti.
Sí, la bendición de Abraham te ha alcanzado,
no solo para recibir bendición sino
para ser bendición a las demás personas. Tu,
en Cristo Jesús, eres beneficiario de la
bendición de Abraham; pero aún hay más.
Dice Hebreos
8: 6 “Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es
mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas”
Cristo Jesús es mediador de un mejor pacto.
Si, Dios hizo un gran pacto de bendición con Abraham, una bendición terrenal
tal como Dios había planeado que el hombre viviera, en abundancia. Pero
nosotros, no solo gozamos de esa bendición terrenal por el pacto de Dios con
Abraham, sino de una bendición espiritual en un mejor pacto. Pacto mediante el
cual no solo la bendición de Abraham nos ha alcanzado sin ser descendencia suya,
sino que por medio de este pacto somos hijos de Dios y herederos del Reino de
Dios.
Aquellos tienen el dinero, otros tienen la
tierra y el petróleo, pero nosotros tenemos la bendición de Abraham: es decir
el dinero, la tierra, el petróleo, el Espíritu Santo y el Reino de Dios en el
Espíritu, Aleluya.
4. Las promesas apuntaban
a Jesús
Gálatas
3: 15 “Hermanos, hablo en términos humanos: Un pacto, aunque sea de hombre, una
vez ratificado, nadie lo invalida, ni le añade. 16 Ahora bien, a Abraham
fueron hechas las promesas, y a su simiente. No
dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu
simiente, la cual es Cristo. 17 Esto, pues, digo: El pacto
previamente ratificado por Dios para con Cristo, la ley que vino cuatrocientos
treinta años después, no lo abroga, para invalidar la promesa. 18 Porque si la
herencia es por la ley, ya no es por la
promesa;
pero Dios la concedió a Abraham mediante la promesa”
Y el Espíritu Santo da una revelación
formidable. Las promesas hechas a Abraham cuando hizo pacto con este mediante
la circuncisión, apuntaban hacia Jesús y no hacia la descendencia de Abraham.
Ellos sería herederos de la promesa, pero la promesa fue hecha a Abraham y a su
simiente, la cual es Jesucristo.
De forma tal que aquellas impresionantes
promesas fueron hechas para Jesús:
Escucha:
Génesis
22: 13 “Entonces alzó Abraham sus ojos y miró, y he aquí a sus espaldas un
carnero trabado en un zarzal por sus cuernos; y fue Abraham y tomó el carnero,
y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo. 14 Y llamó Abraham el nombre de
aquel lugar, Jehová proveerá. Por tanto se dice hoy: En el monte de Jehová será
provisto.
15 Y
llamó el ángel de Jehová a Abraham por segunda vez desde el cielo, 16 y dijo:
Por mí mismo he jurado, dice Jehová, que por cuanto has hecho esto, y no me has
rehusado tu hijo, tu único hijo; 17 de cierto te bendeciré, y
multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que
está a la orilla del mar; y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos.
18 En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra,por cuanto
obedeciste a mi voz”
Abraham había demostrado su temor a Dios al
obedecerle por encima de todos sus intereses personales. Dio a su propio hijo
en sacrificio para Dios, pero fue detenido cuando estaba a punto de culminarlo.
Así que Dios le dijo:
a) Multiplicaré tu descendencia como las
estrellas del cielo
b) Tu descendencia poseerá las puertas de sus
enemigos
c) En tu simiente serán benditas todas las
naciones de la tierra
Si estas promesas eran hechas para Jesús, la
simiente de Abraham, entonces quiero que veas que le ha sido dada una
descendencia inmensa, como las estrellas del cielo que ahora somos hijos de
Dios; esa descendencia tiene el poder para poseer las puertas de Sus enemigos,
nos ha sido dado un poder de conquista, de tomar para Jesús los territorios que
estaban en poder del adversario; y además que en Jesús todas las naciones de la
tierra recibirían bendición.
Es tuya toda la bendición del cielo y la
tierra, la bendición de Abraham también es tuya, recibe por la fe toda la
bendición que Jesús ganó para ti.